09 Jun Momentos: Comunidad digital
Hace poco impartí un curso a profesionales del sector funerario con el objetivo de ofrecer un apoyo muy necesario tras el desbarajuste del COVID-19.
El estado de alarma mundial me ha obligado a adaptar todo mi trabajo al mundo digital y utilizar plataformas como Zoom para poder ofrecer terapia, supervisión y formación online. Afortunadamente, los dos últimos meses me han brindado la oportunidad de practicar uno de mis trabajos, el de docente universitario, mediante dicha plataforma digital, con buenos resultados.
Por tanto, pude llevar a cabo el curso mencionado sin mayores problemas. Sin embargo, pude observar que tomaba un carácter más de monólogo de lo que lo haría en formato presencial. El contenido reconocía de manera temprana el cambio tan radical en las reglas de juego a cuenta del COVID-19, y por consiguiente el desarme al que se enfrenta el profesional a la hora de realizar su trabajo diario. Los protocolos, las costumbres y las técnicas personales de protección psicológica, entre otros, no sirven durante la época de la pandemia.
Del mismo modo, la identidad personal y profesional de cada uno se forma en entornos relativamente estables. Es decir, cada persona responde de manera más o menos parecida ante situaciones similares. Por esta razón, decimos de una persona que habla con cualquiera y que busca el contacto social con otros que es una persona extrovertida y sociable. Por el contrario, la persona que tiende a aislarse en su soledad, decimos que es una persona introvertida o solitaria.
Una vez que una persona elabora patrones relativamente repetitivos en situaciones parecidas, todos los de alrededor la conocen de una manera determinada. Y lo que es más importante, esa persona se conoce a sí misma de esa manera determinada. La constancia de esa forma de ser es la que conocemos coloquialmente como carácter o identidad. Uno es buen padre, buen trabajador, amigo de sus amigos, etc., en una serie de circunstancias concretas.
Sin embargo, este sentido de la identidad o carácter puede verse muy comprometido en situaciones inestables. Es decir, la persona se sorprende a sí misma respondiendo a situaciones cotidianas de manera inesperada, o en otras palabras, de manera en la que no se conoce a sí misma. Siguiendo el ejemplo anterior, uno se vive a sí mismo como mal padre, trabajador incompetente o mal amigo. Este tipo de sentimientos pueden ser difíciles de digerir, ya que uno puede desarrollar la sensación de que está perdiendo la cordura. O, peor todavía, alguna de las decisiones que puede acabar tomando en una situación concreta pueden desembocar en un daño moral.
El daño moral se materializa cuando uno se comporta de manera que va en contra de sus valores personales. Por ejemplo, uno puede acabar negando a un niño la petición de recuperar el collar de su madre, víctima de virus, una vez el féretro se haya sellado. El daño moral puede ser el precursor de problemas más graves como el Trastorno de Estrés Post Traumático, etc.
Finalmente, el curso también abordaba el tema del duelo, ya que aquellos profesionales de “pura sangre” que hacen su trabajo de corazón pueden haber sentido que se les despertaban sus propias reacciones de duelo ante las pérdidas que han sufrido durante la pandemia. El duelo es el proceso que se desencadena ante una pérdida, pero al contrario de lo que se piensa comúnmente, esta pérdida no tiene porque limitarse únicamente a la de un ser querido. También puede referirse a la pérdida de seguridad, a la capacidad de hacer un trabajo bien hecho, a la pérdida de libertad, etc.
El sector funerario es el último eslabón en la cadena sanitaria y desafortunadamente no siempre cuenta con este reconocimiento. Por desgracia, los profesionales de este sector no han contado con los mismos apoyos psicológicos con los que han contado otras profesiones sanitarias. Es por ello que decidí ofrecer este curso online en reconocimiento a los trabajadores que se han enfrentado valientemente a situaciones potencialmente traumáticas y con consecuencias personales devastadoras.
A pesar de los buenos resultados a la hora de impartir este curso digital, pude confirmar algo que he podido observar en mi rol de docente universitario: la pérdida de la interacción humana entre los asistentes. La camaradería no es la misma y el apoyo que ofrece un grupo de personas que pueden sintonizar y empatizar con la realidad personal del asistente se ve comprometido.
El grupo y las interacciones personales que éste ofrece son un recurso tan valioso como el contenido del curso mismo y con el objetivo de tapar este hueco decidí hacer un ejercicio en grupos reducidos en la que los participantes contrastaron experiencias. Hasta ahora, habían permanecido mayoritariamente en silencio y mis preguntas apenas recibían respuesta.
Una vez hubo culminado el tiempo asignado para esta tarea, los llamé de vuelta a la sala principal y la protesta fue unánime: todos querían más tiempo en grupos pequeños para hablar con compañeros. La dinámica cambió para lo que restaba de curso y la necesidad de conectar con los otros participantes se hizo cada vez más palpable. Cuando llegamos al final, varios miembros solicitaron el intercambio de direcciones de correo electrónico para permanecer en contacto.
El trabajo en el sector funerario puede ser muy duro, sobre todo en épocas como las que vivimos. El COVID-19 no ha afectado a todas las zonas del mundo al mismo tiempo y debido a que la asistencia a este evento era intercontinental, había asistentes en países que estaban saliendo de la ola pandémica mientras que otros se encontraban en lugares donde ésta estaba en pleno auge.
«Es la proximidad física la que puede derivar en contagio, no la proximidad social»
Sin embargo, la necesidad de conectar con otros era mayor que simplemente práctica. Las personas necesitamos compartir experiencias, ganar aprobación, consultar dudas, sentirnos comprendidos. Por un lado somos personas sociales y necesitamos de otros para poder florecer. Por otro lado, el autoapoyo y el cuidado personal son responsabilidad nuestra y debemos tener claro que no podemos ayudar a otros cuando no nos sentimos fuertes. Es, por tanto, especialmente importante que seamos críticos con el uso del lenguaje que se nos ofrece en una situación como la que afrontamos.
Una situación nueva va frecuentemente acompañada de nuevos términos que adoptamos rápidamente. Sin embargo, estos términos no son siempre adecuados. El distanciamiento social no es realmente un distanciamiento social, sino físico. Es la proximidad física la que puede derivar en contagio, no la proximidad social. Desde que se inició el estado de alarma mi contacto físico se ha visto reducido de marera drástica. Sin embargo, la tecnología y las diferentes plataformas digitales a mi disposición han hecho que mi vida social se haya visto igual o más ocupada que antes.
No dejemos que la comunidad y el apoyo necesario para enfrentarnos a nuestros trabajos diarios desaparezcan debido al “distanciamiento social”. Creemos redes, grupos, foros y formaciones que nos permitan seguir en contacto con nuestros compañeros y sentir una plenitud limitada únicamente por nuestra creatividad.
Al fin y al cabo, si nos sentimos aislados y carentes no solo sufriremos nosotros, sino también nuestros clientes y, como decía uno de los participantes del curso, en nuestro trabajo solo tenemos una única oportunidad para hacer las cosas bien.
Junio _ 2020
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